Nadie debería influir, en el mal sentido, en tu manera de pensar y de sentir. Nadie tiene derecho a hacerte cambiar en su propio beneficio.
Tienes tanto derecho como los demás a decidir lo que quieres y lo que no, lo que harás y lo que no, aquello por lo que lucharás y aquello por lo que no. Y si a los demás no les gusta la idea, es su problema. No tienes por qué ser un vestido creado a partir del criterio de otros para que estén guapos ellos.
El pensar lo que piensas y el sentir lo que sientes te convierte en una pieza entre un millón, sin la cual, sería imposible completar el puzzle.
No escuches a nadie que intente cambiarte. Porque nunca encontrará a nadie como tú.
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