domingo, 6 de octubre de 2013

Así que me río... con los ataques de risa en el metro...


El día en el que la idiotez declaró su amor a la inteligencia yo dejé de ser una estúpida. En las historias de amor todo el mundo está perdido, hasta que llega el día en el que entienden cuál es su papel en ella. Hablaré de mi papel. 
Si hubiese sido astuta en el pasado, sería un estorbo en el presente; probablemente, mi identidad se habría borrado de esta historia. Pero el ser tonta en el momento oportuno me ha proporcionado la inteligencia presente y, por tanto, un papel respetable e importante. Porque jamás dirías que lo mejor hubiese sido que te hubiese olvidado cuando tú quisiste que lo hiciera, amor; porque de no ser por eso, yo no tendría lugar en esta historia. 
Tal vez pienses, que mi única intención es conseguir cierto propósito y que todas, o la mayoría de mis intervenciones son fruto de mi descontrolada idiotez. Bien, pues... abandoné ese propósito y aprendí a hospedar la sarna en mi piel... y por supuesto, todas mis intervenciones aquí, en esta historia, están meditadas y tienen un porqué que desconoces. Porque me he adaptado como el agua, pero he crecido como el fuego.
Dices que el sexo femenino te decepciona. Después de sufrir la enfermedad crónica, aprendí a convivir con ella e hice frente a ese aspecto que nos achacas, sin apenas esfuerzo. Pero la decepción no brota solamente en el sexo femenino; se le atribuye a la especie humana y, ello te incluye. No pretendo extraer tus faltas aquí; te quiero por todo lo que eres. Pero quiero que seas consciente de que no eres el único que controla la situación y que eres una de las piezas de otras historias, merced de otros.  
Sé cuál es mi papel en esta historia. Lo gracioso es, que tú no lo sabías.