sábado, 28 de septiembre de 2013

Y simplemente escribo porque te quiero. Porque te quiero y quiero que entiendas por qué. Porque no soy capaz de entrar en el tren si tú no entras. Porque si tú no entras mi alma permanecerá fuera contigo y tu persona quedará siempre grabada en la roca de mi memoria. Quedará siempre grabada tu huella en mi playa. En mi playa, porque la arena es efecto de una enfermedad crónica. Una enfermedad crónica que hiciste brotar en mí como las alstroemerias blancas de otoño. De otoño estaba vestido el día en el que te conocí. Y te conocí solo porque el destino quiso jugar conmigo. Jugar conmigo con el fin de destruirme haciéndome creer que todo es posible en esta vida, que tú podrías coger dos trenes a la vez, que mi playa no tendría fronteras con la realidad y que jamás me vería a mí misma escribir esta parida. Estoy, sin embargo, escribiendo esta parida. 
Escribiendo simplemente porque te quiero. Porque te quiero y quiero que entiendas por qué. Porque si quieres coger otro tren yo te seguiré. Te seguiré al fin del mundo. Al fin de mi mundo, donde mi playa no es playa, sino mera arena desparramada por lugares equivocados. Lugares equivocados que intentaré evitar con el fin de quererte de la forma en la que tú quieres que te quiera. La forma en la que tú me quieres es el firmamento bajo el cual he decidido moverme. Moverme porque por ti no permaneceré quieta en toda mi existencia. Porque en toda mi existencia he querido hacer feliz tanto a alguien. Hacerte feliz es mi ruta ahora. 
Ahora simplemente escribo porque te quiero. Porque te quiero y por la impotencia que siento cuando pienso en ti y en tu felicidad. Has de saber que tu felicidad es la mía. Que mía es la sonrisa más sincera cuando te pienso feliz. Te pienso feliz cuando lo eres. Y cuando no lo eres te pienso como único motivo para que lo seas. Si para que lo seas hace falta un rayo de sol, yo iré a por él. Yo iré a la luna a escribir tu nombre el día en que me lo pidas. Porque si tú me lo pides te seguiré, permaneceré acurrucada en un oscuro rincón hasta que vuelvas, atrapada en el deseo de atravesar bosques, surcar cielo y mar, correr por todas las playas... para llegar a tu puerta y volver a empezar de cero. De ceros estoy llenando mi vacío para engañarme y poder aguantar la respiración, mantener el equilibrio en la cuerda floja; la cuerda floja en la que se ha convertido mi vida; la vida que sigo y seguiré arrastrando, como la vieja escoba barriendo el polvo. Pero hasta que no sea polvo en lo que se reduzcan mis huesos y mi vida desaparezca de esta vida como una canción improvisada continuaré incansablemente por mi ruta con el único fin de hacerte feliz. Hacerte feliz sin forzar las barreras con las que has tapiado tu entrada. Yo esperaré desde tu entrada a que salgas al balcón a recibir mis aviones de papel; aviones de papel en los que tendré que conformarme con escribirte. Escribirte simplemente porque te quiero.