Por cada luciérnaga que dejaste morir entre tus manos
la negra capa de la oscuridad cerniéndose,
hubo un miedo que atrapó la verdad de tu pura imagen.
Por cada luz que atisbaste en tu encapotado interior
la infiltración de otra bandera consintiendo,
hubo una mentira que intentó encadenar el humo de un amor blanco.
Por cada bocanada de felicidad que robaste al viento
las hojas de un otoño muertas cayéndose,
hubo libre de significado una palabra, que tierna, robaba el aire.
¿Quién apagó la luz? ¿Quién fiel preso a su desdicha osó pues, ante la tormenta los ojos cerrar?
¿Quién con la sangre hasta los tobillos? ¿Quién de un nuevo horizonte a dos almas frustradas trazaba la línea azafranada?
Masa de carne con heridas que nunca se curan,
alma errante con recuerdos que nunca se olvidan,
la derrota es herida,
cicatriz la victoria...
tan solo muerte lo restante.
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