viernes, 31 de enero de 2014
Por cada luciérnaga que dejaste morir entre tus manos
la negra capa de la oscuridad cerniéndose,
hubo un miedo que atrapó la verdad de tu pura imagen.
Por cada luz que atisbaste en tu encapotado interior
la infiltración de otra bandera consintiendo,
hubo una mentira que intentó encadenar el humo de un amor blanco.
Por cada bocanada de felicidad que robaste al viento
las hojas de un otoño muertas cayéndose,
hubo libre de significado una palabra, que tierna, robaba el aire.
¿Quién apagó la luz? ¿Quién fiel preso a su desdicha osó pues, ante la tormenta los ojos cerrar?
¿Quién con la sangre hasta los tobillos? ¿Quién de un nuevo horizonte a dos almas frustradas trazaba la línea azafranada?
Masa de carne con heridas que nunca se curan,
alma errante con recuerdos que nunca se olvidan,
la derrota es herida,
cicatriz la victoria...
tan solo muerte lo restante.
la negra capa de la oscuridad cerniéndose,
hubo un miedo que atrapó la verdad de tu pura imagen.
Por cada luz que atisbaste en tu encapotado interior
la infiltración de otra bandera consintiendo,
hubo una mentira que intentó encadenar el humo de un amor blanco.
Por cada bocanada de felicidad que robaste al viento
las hojas de un otoño muertas cayéndose,
hubo libre de significado una palabra, que tierna, robaba el aire.
¿Quién apagó la luz? ¿Quién fiel preso a su desdicha osó pues, ante la tormenta los ojos cerrar?
¿Quién con la sangre hasta los tobillos? ¿Quién de un nuevo horizonte a dos almas frustradas trazaba la línea azafranada?
Masa de carne con heridas que nunca se curan,
alma errante con recuerdos que nunca se olvidan,
la derrota es herida,
cicatriz la victoria...
tan solo muerte lo restante.
lunes, 6 de enero de 2014
El
mundo es grande: grande el cielo, grande la tierra. ¿Qué somos
nosotros a parte de unas pequeñas e insignificantes migajas de pan?
Limitados, feos, tontos... una masa de carne con heridas que nunca se
curan, un alma errante con recuerdos que nunca se olvidan;
imperfectos, defectuosos. Existe un siempre... y existe un jamás;
por tanto, todos tenemos principio y tenemos fin; hemos nacido y
hemos de morir. Muchos han hablado y escrito... pero nadie sabe por
qué estamos tú, aquel, Dios y yo aquí, hoy. ¿Quién eres tú?
¿Quién es aquel?... ¿Yo?... ¿Qué o quién es Dios? ¿Dónde es
aquí? ¿Cuándo es hoy?
Nadie
lo sabe... y sin embargo, estamos todos aquí... hoy, merced de un
mundo que nos pierde y nos encuentra, nos encierra y nos libera. No,
en realidad no es el mundo; el pobre solo se limita a estar para que
nosotros hagamos de las nuestras. Somos nosotros entonces... los
causantes del sufrimiento y la felicidad, de perdernos y de
encontrarnos, de encerrarnos y de liberarnos. Estamos aquí para
relacionarnos entre nosotros, de la misma forma que un telar se
emplea para entrelazar los diversos hilos que formarán la alfombra o
el tapiz. Somos libres de elegir nuestro propio camino, las personas
en las que confiaremos. ¿Tiene más peligro la presencia de un mundo
hostil o el espíritu de una relación que parece ser y estar? ¿Es
más peligroso perecer bajo una tormenta o permitir que alguien
asalte tu fortaleza? Nada se sabe, todo se aprende...
Porque
eres indómito, no paras de moverte, de vivir, de aprender... Cada
día subes montañas, bajas colinas, trepas a los árboles y le
cantas al cielo mientras te inunda una sensación de libertad y
grandiosidad... El sol solo da calor, la lluvia solo moja, el viento
solo te sopla, las espinas tan solo te arañan, la arena solo te
ciega... ¿Qué es un poco de dolor si todo ello señala la
autenticidad de tu existencia?
Tener que rechazar tus propios sentimientos es diferente. Si subimos un escalón más hablaremos sobre la existencia de un individuo que nos maneja a su antojo haciéndose pasar por nuestro amigo. Y si ya subimos al siguiente, sobre la existencia de un individuo que nos maneja a su antojo haciéndose pasar por nuestro amigo siendo nosotros conscientes.
Sí, duele. Pero, cuando alguien te utiliza en beneficio propio, en realidad, quien maneja el timón del barco eres tú. Es decir, que aunque haya estado jugando contigo, tú puedes decidir qué va a pasar después...
Hace mucho tiempo conocí a una niña tímida dentro de mí. Ella era fuerte; sabía respirar veneno y sobrevivir... caminar sobre las brasas de su propio fuego, alimentado por quién sabe qué demonio feroz y cruel. No intentaba huir de sus problemas; simplemente, se limitaba a hacer lo que ella consideraba correcto. Admirable... fuerte... muy fuerte. Y, sin embargo, fue ella quien me dijo que no se debe admirar a quien es meramente fuerte. Que es posible que la fuerza sea una virtud y que el hecho de serlo sea importante. Pero que es la sensatez y la prudencia lo más importante. Conocer los motivos por los cuales luchar. Lo asemejaba con la sabiduría: me decía que la mayor de todas ellas es la audacia para usar las demás. Y ella tenía razón. Al igual que la sabiduría, la mayor de las fuerzas es la astucia para decidir cuándo debes emplearlas... cuándo debes salir al campo de batalla... cuándo merece la pena perder un brazo o incluso la vida. La miré a los ojos... y en ellos vi amor.
Y entendí, que la vida no son más que decisiones. Decidir cómo emplear tus recursos... tu saber... tu fuerza. Decidir quién se merece tu amor y quién no. Decidir si quien dice quererte dice la verdad o miente. Decidir si marcharte o quedarte con la gente que te utiliza en beneficio propio.
La vida es demasiado maravillosa como para verla desde el interior de una botella en la que intentan conservarte como un amuleto de la suerte; olvidan que tarde o temprano huirás y saldrás al mundo con total plenitud. Y es entonces, cuando ves lo perdida que está la gente que manipula y miente; andan por ahí, buscando la salida de su propia prisión en personas que no se merecen que les hagan daño por una llave a la libertad. Las anestesian con sus dulces mentiras mientras les beben la sangre.
Y, sin embargo, la víctima quiso a su agresor. Y lo quiso después de abandonarle. Deseó pues, que algún día fuera capaz de salir de su prisión y que fuera feliz, para su bienestar y el de los de su alrededor. Que la sangre que le había robado sirviera para que se diera cuenta de lo perdido y equivocado que estaba; ella no la necesitaba. Él decía que se había vuelto invulnerable y ella veía que tenía más necesidad que nadie. Mientras se alejaba de la prisión del otro pensó que, en realidad, la víctima y el agresor eran la misma persona y que ella solo había perdido un poco de sangre. La herida era profunda, pero iba a cuidarla bien. Supo perdonar de corazón, supo dar una segunda oportunidad. Pero no quiso pensar en una tercera. Se limitó a alejarse riendo, cuando se dio cuenta de que la libertad era lo que buscaba. Y todo lo hizo por amor; por el bien del prisionero y por el suyo propio.
Y salió al campo de batalla por amor; luchó hasta el final por amor; perdió un brazo por amor y dijo... que si iba a morir, sería por amor a la vida.
La vida es demasiado maravillosa como para verla desde el interior de una botella en la que intentan conservarte como un amuleto de la suerte; olvidan que tarde o temprano huirás y saldrás al mundo con total plenitud. Y es entonces, cuando ves lo perdida que está la gente que manipula y miente; andan por ahí, buscando la salida de su propia prisión en personas que no se merecen que les hagan daño por una llave a la libertad. Las anestesian con sus dulces mentiras mientras les beben la sangre.
Y, sin embargo, la víctima quiso a su agresor. Y lo quiso después de abandonarle. Deseó pues, que algún día fuera capaz de salir de su prisión y que fuera feliz, para su bienestar y el de los de su alrededor. Que la sangre que le había robado sirviera para que se diera cuenta de lo perdido y equivocado que estaba; ella no la necesitaba. Él decía que se había vuelto invulnerable y ella veía que tenía más necesidad que nadie. Mientras se alejaba de la prisión del otro pensó que, en realidad, la víctima y el agresor eran la misma persona y que ella solo había perdido un poco de sangre. La herida era profunda, pero iba a cuidarla bien. Supo perdonar de corazón, supo dar una segunda oportunidad. Pero no quiso pensar en una tercera. Se limitó a alejarse riendo, cuando se dio cuenta de que la libertad era lo que buscaba. Y todo lo hizo por amor; por el bien del prisionero y por el suyo propio.
Y salió al campo de batalla por amor; luchó hasta el final por amor; perdió un brazo por amor y dijo... que si iba a morir, sería por amor a la vida.
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